Entre acequias, normas y aprendizajes
- lahuertaubuntu
- 22 ago
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El agua ha sido siempre el alma de la huerta valenciana. Gracias a ella, durante siglos se ha mantenido un paisaje fértil y productivo que hoy sigue vivo en las manos de quienes trabajan la tierra.
Pero en esta tierra, el riego no es un acto improvisado: está reglamentado, compartido y protegido por una de las instituciones más antiguas de Europa.
El Tribunal de las Aguas de Valencia: una institución viva
El Tribunal de las Aguas de Valencia es considerado el tribunal de justicia más antiguo de Europa.
Sus orígenes se remontan a la época andalusí, perfeccionado tras la conquista de Jaume I, y desde entonces ha garantizado una distribución justa del agua procedente del río Turia.
Todos los jueves, a mediodía, en la puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia, los ocho síndicos de las acequias se reúnen públicamente para resolver los conflictos relacionados con el riego. Lo hacen de forma oral, en lengua valenciana, y sus sentencias son inapelables.
Este modelo consuetudinario de justicia ha resistido siglos de cambios políticos y sociales, y fue reconocido en 2009 por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La acequia de Tormos: nuestro canal de vida
En La Huerta Ubuntu regamos con agua de la acequia de Tormos, una de las históricas acequias que parten del Turia.
Sus normas de uso, como las de todas las comunidades de regantes, están reguladas por ordenanzas tradicionales y supervisadas por el síndico de la acequia.
El riego en esta acequia se organiza los viernes y sábados. Cada agricultor debe respetar su turno, determinado por la localización de sus tierras, y estar inscrito en la lista antes de que amanezca.
Solo así puede acceder al agua cuando le corresponde, siempre tras los vecinos que riegan antes.

Normas escritas y normas que se aprenden en el campo
Aunque las ordenanzas regulan aspectos básicos, existen reglas no escritas que todo agricultor conoce, y que quienes llegamos más tarde aprendemos a veces con dificultad.
Algunas de ellas son:
La técnica de riego a manta: la más tradicional y extendida, aunque también la que más agua consume. Para que funcione, la parcela debe estar dividida en tablas o caballones que permitan que el agua avance. Si el terreno está demasiado compacto, el riego no se puede realizar.
El turno de riego de “pobres”: cuando un campo no tiene cultivo, como fue nuestro caso, se pierde el turno semanal y solo se puede regar cada quince días.
La limpieza obligatoria de acequias: el agua debe fluir sin obstáculos. Si un agricultor descuida la limpieza de las acequias que atraviesan su campo, el síndico puede llamarle la atención.
Estas normas, sumadas a la organización del Tribunal de las Aguas, garantizan que el agua llegue a todos y que se mantenga un orden que permite a la huerta seguir viva.
Aprendizajes de un riego ancestral
Trabajar en estas condiciones nos recuerda que la agricultura en la huerta valenciana no solo consiste en sembrar y cosechar, sino también en convivir con un sistema comunitario heredado de generaciones pasadas.
Las reglas, a veces duras, son parte de un aprendizaje que conecta directamente con una forma de vida milenaria.
La experiencia demuestra que el agua, más que un recurso, es un bien común que requiere organización, respeto y esfuerzo compartido.
En esa conciencia colectiva está la clave de la supervivencia de la huerta y de la identidad de Valencia.
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